Ella completaba un número infinito de largos en una pequeña piscina de riñón. Más que nadar, volaba batiendo sus alas de mariposa. A cada volteo, le imaginaba surgiendo del fondo de la piscina, mientras buceaba y la escudriñaba con sus ojos de ballena.
Él jugaba con las corrientes atlánticas que llegaban al Cantábrico, buscando una sirena para poder ver el mar a través de sus ojos y llenarla de besos de mariposa.
Hoy en el noticiero hablaban de una ciclogénesis explosiva por la confluencia de dos frentes opuestos en Benavente, provincia de Zamora. No ocasionó daños materiales, pero los sorprendidos lugareños comenzaron a abrazarse espontáneamente.